Expresar su más enérgico rechazo al fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que establece 2 x 1 para los condenados por crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura militar y terrorismo de Estado entre los años 1976 a 1983.

Señor presidente:

En nuestro país durante los últimos años, el Estado nacional fue impulsor de una política de Estado en favor de los derechos humanos y en particular, en reconocimiento del terrorismo de Estado durante la última dictadura militar que va desde 1976 hasta 1983. En ese sentido durante los últimos doce años el Estado nacional fue protagonista de políticas públicas que establecieron que la dignidad humana de las víctimas del terrorismo de Estado y sus familiares, era una prioridad.

El fallo del 2 x 1 de la Corte Suprema de Justicia de la Nación para condenados por delitos de lesa humanidad durante la última dictadura militar, semeja al tratamiento que tienen delincuentes comunes en la regulación penal y civil de nuestro país. Se estaría tratando jurídicamente de la misma forma a una persona que quita una vida o a un ladrón, que a un militar que tomó la vida de muchas personas amparado desde el Estado de facto, con toda la impunidad que esos procesos dictatoriales conllevan en el agravamiento de las penas. El fallo del 2 x 1 de la Corte Suprema de Justicia de la Nación nos sugiere que el terrorismo de Estado es subvalorado por ese poder del Estado y que por lo tanto es relativizado en tanto hecho político de profunda gravedad en nuestra historia nacional. Nos dice que los represores pueden andar libremente por la calle mientras muchos de nuestros compañerxs continúan desaparecidos, sin poder llorarlos o rendirles tributo en ningún espacio físico específico porque aún no sabemos donde están. Nos sugieren que ese tipo de impunidad vuelve a ser posible en este país.

Como dijo Víctor Heredia en una carta hace unos días en referencia al fallo de la Corte Suprema de Justicia, que que nos devuelvan la mitad del dolor. “Esa conmutación de pena, de dolores, de picana, de disparo fatal y feroz escalofrío. Quiero la mitad del recorrido de la bala que los asesinó, que el cañón con que violaron a Cristina se quede a mitad de camino, que la trompada no llegue a destino, que la dejen amamantar a su hijo un poco más, para que esa ternura tape el olor a carne quemada… Es decir que de tanto conmutar padecimientos al fin me los devuelvan con vida. Quiero al nieto de mi madre, a mi sobrino nacido en cautiverio, ese que por razones inconmutables nunca pudimos abrazar. Sí, quiero a mi hermana y a mi padre, los quiero aquí de nuevo… ¿No les parece justo? Un dos por uno que retire ese océano de llanto que nos ahogó día a día en la desesperada espera… ¿Cómo que no pueden? ¿Acaso no son capaces de torcer nuestra memoria? ¿De pretender que un asesino ya no lo es más porque se puso viejo? ¿Los devuelven a casa? Muy bien: ¿Dónde están mis amigos? ¿Dónde están nuestros hijos, nuestros padres y hermanos?” (Víctor Heredia, 2017).

Por lo expuesto les solicito a mis pares la aprobación de este proyecto.