Su más sincera angustia y preocupación por el hecho ocurrido el pasado día 15 de abril del 2.016, en el llamado festival de música electrónica “Time Warp” realizado en el complejo denominado Costa Salguero de la Capital Federal, donde lastimosamente se ha provocado la pérdidas de Cinco vidas humanas todas ellas jóvenes de entre 21 y 26 años de edad, las cuales habrían consumidos algún tipo de sustancia toxica en el lugar, encontrándose además en grave estado otras cinco personas, al respecto, creemos firmemente que dicha tragedia pone de manifiesto la imperiosa necesidad de un estado mucho más presente en la organización y control este tipo de eventos., a fin de evitar que un futuro se vuelva a producir una tragedia similar.

Señor presidente:

La preocupación por los graves hecho acaecidos el pasado día 15 de abril del 2016, en el complejo Costa Salguero de la Capital Federal, radica no solo en la falta de control del estado y en las empresas organizadoras de tales eventos, sino en los retirados hechos que se vienen sucediendo en este tipo de fiestas denominadas electrónicas, las cuales se han cobrado en el correr de los últimos años diversas vidas humanas.

Según fuentes de Infobae, ya serian 14 los jóvenes que han fallecidos en los últimos cuatros años en este tipo de fiestas, todas ellas relacionados de alguna forma al consumo de algún tipo de sustancia toxica, a las condiciones mismas del evento en cuestión y a la reiteradas falta de controles por parte del estado.

- El 27 de febrero de 2012, a días de cumplir 27 años, Leandro Spadafora murió en el boliche Palacio Alsina, de Monserrat, con signos de haber consumido algo que podría ser cocaína, ketamina o anfetaminas, según la policía, algo negado por la familia.

- El 18 de marzo de 2012, Ezequiel Savone Tenaglia, de 23 años, falleció en un hospital porteño en el que fue internado de urgencia luego de haberse descompensado en el micro estadio Malvinas Argentinas, donde se realizó el Buenos Aires Trance (BAT), Episodio IV.

- El 24 de febrero de 2013, dos jóvenes de 28 y 30 años murieron en el Hospital Argerich después de asistir al festival de música electrónica Ultra Buenos Aires, en la Costanera Sur. Además, hubo otras 6 personas con los mismos síntomas e igual procedencia, que fueron atendidos en ese hospital de La Boca.

- El 30 de junio de 2013, Mariano Nicolás Solá, de 18 años, murió en el Pabellón I de Ciudad Universitaria, en el barrio de Núñez. Había ido a una fiesta electrónica y su muerte fue calificada como "dudosa": la versión de los amigos fue que el joven, que había ingerido "una importante cantidad de alcohol", saltó desde un paredón luego de decir "Me voy a ir al cielo, me voy a volar", pero en su momento la policía también investigó la posibilidad de una golpiza

- El 26 de octubre de 2014, Francisco Mignola, de 19 años, oriundo de Villa María, Córdoba, murió en un hospital de La Falda. El joven había concurrido a una fiesta electrónica que se desarrollaba en una estancia ubicada en el Camino del Cuadrado, y según la autopsia, había consumido un cóctel de estupefacientes.

- El 9 de noviembre de 2014, tres jóvenes fueron apuñalados en la Creamfields, el festival de música electrónica fue realizado en el autódromo de Buenos Aires. Las versiones indicaban desde riñas hasta intentos de robo. Por entonces, varios medios hablaron sobre una muerte, pero nunca fue confirmada.

- El 17 de enero de 2015, Felipe Balderiote, un estudiante correntino de 20 años, murió tras salir de un boliche de la localidad balnearia de Villa Gesell, luego de mezclar pastillas de éxtasis y alcohol en el boliche Pueblo Límite.

- El 21 de febrero de 2015, Lucio Correa, de 17 años, murió atropellado por un camión en la avenida Lugones tras haber asistido a un evento de música electrónica en los bosques de Palermo, cerca del Planetario. Correa intentaba cruzar la autopista a pié a la altura de Dorrego, en dirección a las vías del Ferrocarril General Belgrano cuando fue embestido por un camión con acoplado y arrastrado varios metros.

- El 1º de enero de 2016, Yésica Uscamayta, de 26 años, murió ahogada en una fiesta clandestina en el barrio Melchor Romero, cerca de La Plata. Las autoridades habían recibido denuncias sobre la fiesta, pero se limitaron a labrar una acta contravencional.

Según la Agencia Gubernamental de Control, el predio costa Salguero contaba con la autorización para desarrollar el festival y no se habría excedido la cantidad de gente permitida. Pero los cacheos en el ingreso y el control de drogas y alcohol durante el desarrollo de la fiesta no dependen de dicha agencia sino que se encuentran a cargo de la Policía, en este caso de Prefectura, por tratarse de un delito federal. La realidad es que la droga no sólo ingresó, sino que circuló por las pistas del boliche, sin que nadie lo impidiera.

La tragedia en el complejo Costa Salguero dejó al desnudo la lógica de una problemática que viene en aumento año tras año y que afecta generalmente a jóvenes de entre 20 y 30 años de edad, poniendo en cuestionamiento las responsabilidades de los empresarios que explotan comercialmente estas actividades, así como también el rol del estado y su actitud por demás permisiva, en cuanto a la falta de control, habilitaciones de los establecimientos y ausencias manifiesta de todo tipo de garantías en resguardo de los asistentes a dichos eventos multitudinarios.

Es justamente el estado el que debe tomar un rol mucho más activo en la organización de este tipo de eventos, contralando las habilitaciones de los establecimientos y garantizando la seguridad tanto dentro como fuera de los espacios donde se desarrollan dichas fiestas.

Las problemáticas más comunes que se desarrollan en este tipo de eventos se relaciona en primer lugar a la falta de control y medidas tendientes a evitar el ingreso de sustancias toxicas, seguido a la muy frecuente sobreventa de entradas, conjuntamente al extremo calor que existe en los establecimientos, los cuales según fuentes que asistieron a este último evento denunciaron una temperatura superior a los 40 grados.

Asimismo, el éxtasis es una droga psicoactiva de origen sintético con propiedades estimulantes y empatógenas., la cual comenzó a masificarse en Europa, con la irrupción de las fiestas de música electrónica en el escenario de la nocturnidad.

El éxtasis acelera el ritmo cardíaco y produce deshidratación. Por eso el agua, en las fiestas electrónicas, es un objeto de lujo. Una botella de 330 ml se paga 60 pesos o más. El escenario critico que se genera, entonces, es un lugar con muchísima gente, por lo general más de la permitida, con 40 grados de temperatura ambiente, con fácil acceso a sustancias toxicas, las cuales se consiguen dentro mismo del establecimiento y con personas deshidratadas por el consumo de las mismas y botellas de agua carísimas que se venden en una sola caja.

Si bien para la lógica de mercado, la prioridad es maximizar los beneficios y para lograrlo no parece existir ningún tipo de límites. El negocio de la venta de agua –claramente asociado a la venta de sustancias prohibidas- en las fiestas electrónicas y la búsqueda de condiciones (cierre de canillas, calor, etc.) que amplíen su rentabilidad es un ejemplo que nos pone cara a cara con las responsabilidades del estado., y su falta de acción.

Está claro que, en el plano específico, es necesaria una presencia activa por parte del Estado que controle la actividad empresarial y que establezca mecanismos de prevención y asistencia sanitaria para los jóvenes frente a los consumos a los que estarán expuestos en las mismas.

Consecuentemente es obligación del Estado controlar y poner fin a la distribución de estas drogas, evitando desviar el foco de atención, persiguiendo a los que la producen y venden provocando efectos devastadores sobre los consumidores.

Por lo expuesto, es que le solicito a mis pares que me acompañen en la aprobación del presente proyecto.